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Trabajar el amor en educacion infantil

¿estás preparado para emular el amor de dios en el nuevo curso escolar?

Por ejemplo: “Si me apego a un niño, ¿se sentirá triste si no puedo estar allí debido a mis turnos o días de vacaciones?”; “¿Cómo afectará esto a mis colegas que tienen que lidiar con eso?”; “¿Me sentiré triste cuando el niño tenga que mudarse?”; “¿Cómo se sentirán los padres si me apego a su hijo?”; “Como director con varios empleados a tiempo parcial, ¿cómo puedo hacer que el patrón de turnos funcione?”, etc.

Las relaciones íntimas con los hijos de otras personas son complicadas, sobre todo por cuestiones de protección de la infancia. Y, sin embargo, se nos dice que es lo mejor para los niños: el apego seguro es lo que garantizará su desarrollo. Así que, ¿no les debemos una oportunidad?

Tenemos que conseguir que el apego sea el adecuado en los entornos de los primeros años, así como en el hogar, porque si no lo hacemos habrá consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo. El cerebro se desarrolla unas cuatro veces en los tres primeros años, y es el cuidado afectuoso y constante el que desencadena este crecimiento.

Las relaciones afectivas que los menores de tres años mantienen con sus cuidadores son el factor clave del desarrollo, sobre todo social y emocional, y -como cada vez nos damos más cuenta- también de su salud física. Si un niño no tiene relaciones afectivas en la infancia, los resultados pueden ser problemas físicos, mentales y emocionales en la niñez, y más adelante en la vida, como asma, trastornos de la piel, trastornos inflamatorios, depresión y dificultades para establecer relaciones. El desarrollo del cerebro se produce en todo momento, no sólo cuando el niño está con sus padres, por lo que los cuidadores tienen una enorme influencia y responsabilidad en el desarrollo del cerebro infantil.

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Educadores de la primera infancia: apoyar la profesionalidad durante

Constantemente utilizamos el término educación y cuidado en la primera infancia, pero ¿qué significa cuidado? La Dra. LIZ ROUSE y la Dra. FAY HADLEY exploran las ideas y la investigación sobre este tema tan debatido. ¿Se espera que los educadores sientan “amor profesional” por los niños a su cargo? ¿Cuáles son los beneficios y las limitaciones de enfocar la primera infancia desde esta perspectiva? Este blog es el primero de una serie que trata sobre los educadores de la primera infancia y el “amor profesional”. Esté atento a otra perspectiva en las próximas semanas.

La idea de que los educadores “aman” a los niños que cuidan puede suscitar inquietudes en relación con el establecimiento de límites, y a menudo se cuestiona cuáles son estos límites cuando se trata de “amar” a los niños. La noción de “amor” a menudo se ve envuelta en un debate más amplio sobre lo que significa ser un educador profesional, de conectar el amor con la intimidad y también una preocupación de que si el educador ama al niño, entonces esto disminuye o quita el papel de los padres, o que un educador podría convertirse en un sustituto o “mejorar” los fallos percibidos en las relaciones familiares o en el peor de los casos que el educador ha puesto al niño en riesgo de daño significativo. Es interesante lo que dice el Defensor del Pueblo de Nueva Gales del Sur:

David elkind – juego, amor y trabajo

Ha llegado el día de San Valentín. Un día para demostrar públicamente su amor y afecto por esa persona especial en su vida. Desde una cena especial hasta una entrega de flores por sorpresa o un apretón de manos extra, este día puede tener un significado importante para su relación romántica y potenciar sus sentimientos de amor, independientemente del tiempo que usted y su persona especial lleven juntos.

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El amor puede provocar una reacción física. La aceleración del ritmo cardíaco, las mariposas en el estómago, la dilatación de las pupilas, el sudor en las palmas de las manos, la dificultad para encontrar palabras y el impulso instintivo de tocarse son sólo algunas de las formas en que el amor puede afectarnos físicamente.

El sexo como acto físico de amor puede reportar muchos beneficios. Puede reducir la presión arterial, aumentar el control de la vejiga en el caso de las mujeres, reducir el estrés, mejorar el sueño y reforzar el sistema inmunitario. Estos efectos físicos positivos del sexo pueden extenderse a muchos otros aspectos de la vida, desde la crianza de los hijos hasta el trabajo y las amistades, entre otros.

Muchos estudios han demostrado que una relación sana y solidaria -ya sea romántica, familiar, de amistad o de otro tipo- puede estar relacionada con una mayor autoestima, un mayor sentido de la valía personal y una mayor confianza en sí mismo. El amor, sea cual sea su forma, ayuda a las personas a incorporar comportamientos más seguros en su vida cotidiana, reduce la ansiedad (preocupación, nerviosismo) y disminuye la posibilidad de desarrollar una depresión u otra forma de enfermedad mental.

El amor y el cuidado pedagógicos en la educación infantil

Por ejemplo: “Si me apego a un niño, ¿se sentirá triste si no puedo estar allí debido a mis turnos o días de vacaciones?”; “¿Cómo afectará esto a mis colegas que tienen que lidiar con eso?”; “¿Me sentiré triste cuando el niño tenga que mudarse?”; “¿Cómo se sentirán los padres si me apego a su hijo?”; “Como director con varios empleados a tiempo parcial, ¿cómo puedo hacer que el patrón de turnos funcione?”, etc.

Las relaciones íntimas con los hijos de otras personas son complicadas, sobre todo por cuestiones de protección de la infancia. Y, sin embargo, se nos dice que es lo mejor para los niños: el apego seguro es lo que garantizará su desarrollo. Así que, ¿no les debemos una oportunidad?

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Tenemos que conseguir que el apego sea el adecuado en los entornos de los primeros años, así como en el hogar, porque si no lo hacemos habrá consecuencias negativas tanto a corto como a largo plazo. El cerebro se desarrolla unas cuatro veces en los tres primeros años, y es el cuidado afectuoso y constante el que desencadena este crecimiento.

Las relaciones afectivas que los menores de tres años mantienen con sus cuidadores son el factor clave del desarrollo, sobre todo social y emocional, y -como cada vez nos damos más cuenta- también de su salud física. Si un niño no tiene relaciones afectivas en la infancia, los resultados pueden ser problemas físicos, mentales y emocionales en la niñez, y más adelante en la vida, como asma, trastornos de la piel, trastornos inflamatorios, depresión y dificultades para establecer relaciones. El desarrollo del cerebro se produce en todo momento, no sólo cuando el niño está con sus padres, por lo que los cuidadores tienen una enorme influencia y responsabilidad en el desarrollo del cerebro infantil.